El señor estaba en el piso. Semi recostado.
El color de su piel hacia juego con su ropa.
Agradecí estar resfriada porque seguramente debía oler mal.
Abrió los ojos. Parecían cubiertos por una capa de algo viscozo.
Rápidamente los cerró, se tiró. Siguió roncando.
Emitía ruidos extraños.
Todo lo que pensé es que lo tendrían que sacar de ahí.
No podía pensar en otra cosa.
No me importaba si iba a parar a un lugar mejor o al medio de la ruta.
Pero que lo saquen.
No quería verlo.
Supongo que tiene que ver con crecer
Hacerse adulto es a veces una consecuencia del síndrome de estocolmo.
Aceptar el mal que nos imponen como si lo mereciéramos. Festejar nuestros triunfos cómo una victoria. Y avanzar, a fuerza de no mirar para los costados, avanzar. Avanzar por el risco, felices de llegar a una cima impuesta por vaya a saber quien.
Felices de nuestros logros.
Mirar para abajo nos puede marear. Así que mejor no mirar.
10 agosto 2010
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3 comentarios:
tarde pequeña bonsai, quien tiene los ojos y realmente "ve" no puede no ver...
A mi me encanto cuando escuche a Moria Casán. "Yo voy con mis anteojos negros, en mi auto con vidrios polarizados y miro para adelante".
En fin, mirar a los costados, si no es para hacerse cargo, es una estupidez. Yo miro para otro lado, y de eso me hago cargo. Por que me parece mejor sentar posición. Decir pobrecito, y no hacer nada, me parece una estupidez. Por eso me compadezco de los animales, y nunca de los humanos. Los animales, me gustan todoa. Los humano, solo algunos.
Que alguien haga algo, estaria buenisimo, pero ese, no voy a ser yo.
Volviste a escribir, campeón!
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